Esta mañana iba a hablarle al jefe acerca de las vacaciones que quería pedir pero no me dió tiempo de hablarle de ello porque apenas entré a su oficina me interrumpió como siempre, con su estilo balurdo y redneckero. Me dió una palmada en la espalda y me dijo que qué bueno que estaba aquí, que te tengo una muy buena noticia, que Big Boss está muy impresionado con el calibre de tu trabajo y quieren darte una asignacion muy especial pero no podemos hablar de eso ahora y bla bla blá. Que el anuncio se iba a hacer pronto que no podía adelantarme nada por los momentos pero que debia estar preparado, etc.
A mí me sorprendió sobremanera la forma tan amable como me recibió. En los años que le conozco jamás lo he visto actuar de una forma tan amigable. Ni siquiera con su esposa a quien una vez le oí decir que la trataba a ella con la misma frialdad con la que se dirigía a sus subalternos, es decir, como un perro.
El caso es que el tipo me pregunta "Did you have breakfast already?" mientras sacaba la plata de la billetera. A lo que decidí responder con un "No, no he desayunado todavía" secamente. El tipo, creo que un poco extrañado por mi falta de entusiasmo, sacó un billete de veinte y me peló los dientes "Listen. Why don't you go downstairs and have a big omellete with bacon and orange juice? Don't rush. Enjoy it. We'll talk about your assignment at ten, after the meeting"
Bajé al self-service pero no ordené la porquería que me dijo. Usé la plata mas bien para comprarme una barra de queso chedar con la que rellené las arepas peladas que me había llevado envueltas en aluminio para el almuerzo. Tambien una botella de malta Hatuey y salchichas. Las salchichas les añadí pimienta y las piqué en trozos sobre el plato. Ese fue el desayuno mas cercano que pude tener a la cocina de Scannone en estas frías tierras de Langley.
Una vez terminado y tras excusarme con la señorita que se había sentado al lado mío por haber eructado (me tomé la malta demasiado rápido) procedí a pensar con la cabeza fría que era lo que el tipo me diría.
Es cierto que había avanzado algo (bastante) en mi vida. Es cierto que fuí lo suficientemente afortunado para haber podido escapar de la pesadilla y, mas aún, trabajar para esta agencia. (No creo que ni el mas mojoniao de mis compatriotas habria llegado a hacer la mitad de las vainas que hecho desde que me incorporé a ella). Porque claro allí está el problema. Nada de lo que hacemos se lo podemos decir a nadie, ni a la esposa, ni a los amigos, ni a los miembros de la familia; Security Clearance es un tema demasiado serio como para ponerse a jugar con candela.
"Pero está el problema de que si no le digo nada a nadie me eliminen sin que nadie pueda ser capaz de rastrear a los responsables", me dije. Y entonces caí en cuenta de que se trata el juego. Es el mismo juego de la política de la oficina o el juego pendejo del liceo, según el caso. Es decir, si hay alguien en el trabajo a quien no le agradamos, ese individuo hará todo lo posible por quitarnos del camino. En un trabajo normal algo así no me importaría en lo absoluto —he tenido infinidad de trabajos de los que tuve que largarme por chismes gueb0nes— sólo que en este caso era diferente. Esta gente maneja informacion seria, temas delicados y no les costaría nada involucrarme, sembrar evidencia, destruir mi carrera ó, mejor para ellos, eliminarme físicamente sin dejar rastros. Los he visto actuar y es así como operan. Es cierto, esta gente juega sucio, igual que los grupos terroristas que quieren eliminar.
Mi reloj marcó las diez y concluí que no valía la pena atormentarme —aunque no me dí falsas esperanzas, en el fondo sabía que el imbecil no iba a decirme nada bueno— Llegué a la oficina de mi jefe, la puerta estaba abierta, el tipo me recibió con un "Hey. How was breakfast?" Le dije que muy bien, muy bien, que el filet mignon era tan delgado que podía ver el color del plato. El tipo no entendió el chiste porque preguntó "Filet mignon? For breakfast?". Le extendí la plata del vuelto pero no me la aceptó, "No te preocupes. Quédate con el cambio".
Se notaba que acaba de llegar. Con un gesto me indicó que cerrase la puerta lo cual hice. Tambien le avisó a la secretaria que no le pasaran llamadas. El asunto al parecer era serio. Esperé parado. Mientras se quitaba la chaqueta y la ponía sobre el respaldo de su silla, marcó la extensión de Paneta.
Comencé a sudar frío. Nadie habla con el director de la agencia a no ser que sea algo importante y este tipo se estaba saltando la jerarquía completa.
"Hey Leon. I have our guy right here standing in front of me" informó mi jefe en parlante abierto.
"Very good" dijo al otro lado de la extension el mister Paneta.
Estaba confundido y aterrado, lo único que se me ocurrió decir fué un"Good morning, Mister Paneta"
"I want you to know, son, that we are very proud of you and your services"
"Thank you, sir"
"And if you ever need any additional assistance we are here to help you"
"Thank you sir"
"He will be helping us. He has the knowledge. The skills and much better a deep understanding of the culture and the geography" añadió mi jefe el rednecko.
Paneta procedió a despedirse y el jefe le saludó con sus respectivos saludos para la familia y sus deseos por un feliz Día de Acción de Gracias. Entonces colgó y me miró fijamente, haciendo una eterna pausa.
"Okey, me tiene usted en vilo. Por favor dígame de qué se trata"
Sin contestar nada, el tipo se fué a la esquina y de una caja sacó un plano que desenrrolló lentamente sobre el escritorio.
Lo que ví me impactó.
He trabajado en mapeo topográfico con miles de imágenes pero nunca había tenido frente a mí una como esta.
Esta vez no era un foto ni de Irak ni de Afganistán como tantas otras incontables que he procesado durante años. No. Era una foto de una ciudad muy familiar. La ciudad donde crecí, viví y sufrí.
Era una imagen satelital de Caracas, Venezuela
Monday, November 2, 2009
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