
Desde que fuese usado por los anarquistas, los carros bomba se han esparcido como un virus a todos los campos de batalla, inclusive hacia ámbitos domésticos que hacen imposible librar otro tipo de guerra. Davis establece relaciones entre fuerzas tan disímiles como las FARC, el ELN, el IRA, los Tigres de Tamil Eelam, Al-Qaeda y sus células de “liberación” fundamentalista esparcidas por el Medio Oriente. Algunos de los capítulos nos conmocionan con relatos de ultra-violencia, ataque, contraataque, o explicaciones acerca de la sofisticación tecnológica mientras su principio básico sigue siendo el mismo, aplicado con sorprendente efectividad.
Mario Buda, el nombre a quien el título del libro hace deuda, era un anarquista de origen italiano quien con “un poco de dinamita, piezas de metal, un viejo caballo y una carreta” sembró el terror en el Wall Street de los años veinte. Que no haya sido nunca capturado es debido precisamente a esa característica que hace a esta técnica un arma tan potente como efectiva: son anónimas, pueden ser de una enorme fuerza destructiva y dejan poca evidencia forénsica, con consecuencias claramente visibles que no pueden ser negadas por los gobiernos.
Son baratas. Pueden fabricarse con piezas electrónicas y fertilizantes químicos. Pueden ser ensambladas por individuos que pueden obtener la información on-line o a traves de manuales procedentes de algún campo de entrenamiento. Pueden dirigirse a sitios específicos, como también pueden usarse a una mayor escala si lo que se desea es amplificar el daño estructural con una mayor onda expansiva. Puede darle un pequeño grupo marginalizado un poder tremendo, que lo iguala casi podríamos decir que dramáticamente, al débil con el poderoso.

Naturalmente, la historia de Davis desemboca en la incontrolable situación en Irak, donde no hay carencia de mártires dispuestos a inmolarse y también por los inmensos almacenes dejados por el derrocado régimen del partido Baath, repletos de explosivos. Hay sin embargo una escasez en el vehículo de preferencia, “los insurgentes iraquíes prefieren carros norteamericanos porque son mas grandes, se confunden mas fácilmente entre los convoys gubernamentales de los americanos y contratistas privados y son mas difíciles de identificar como robados”. Los extremistas han encontrado una solución a ese problema sin embargo y es que la mayoría de las SUV robadas en Texas y California terminan siendo exportadas al Medio Oriente para convertirse en carros bomba. Es esta suerte de innovación tan primitiva lo que hace al carro bomba un arma tan peligrosa como poderosa.
En este descorazonador libro, Davis ofrece muy poca esperanza de que se pueda detener el creciente uso de esta técnica de terrorismo. Equipo sensitivo que pueda detectar nitrato de amonio a metros de distancia está a décadas de poder ser inventado. Sensores de trazas instalados a lo largo de centros urbanos sería aún más difícil de implementar, especialmente en países pobres. Obstáculos de concreto y barreras anti-bombas no pueden instalarse en todas partes y los actuales carros bomba pueden generar daño mas allá de un radio de cuatrocientas metros. La futilidad de tales medidas puede verse en el Irak mismo, donde hay 6,000 alcabalas de control con 51,000 soldados protegiendo y patrullando y aún así bombas estallan todos los días. La segura Green Zone envía a los terroristas a zonas más accesibles donde puedan consumar sus ataques. Davis lanza hiel contra aquellos deslumbrados con la fantasía de abatir a los terroristas con vigilancia pan-óptica, detección iónica, barreras viales y, la sine qua non, suspensión permanente de las libertades civiles. Hay poco espacio para evitar esta amenaza tan abominable: el carro bomba tiene un brillante futuro.
cita
ReplyDelete"Desde que fuese usado por los anarquistas, los carros bomba se han esparcido como un virus a todos los campos de batalla, inclusive hacia ámbitos domésticos..."
Tan domésticos que bananazuela no podía ser una excepción…………Alguien señalo en confidencia:
“de la existencia de una fábrica de tractores en Puerto Ordaz, Venezuela, que no es más que una fachada de una planta productora de explosivos.
La única fábrica de tractores que funciona en esa ciudad del suroriente de Venezuela está operada por una compañía venezolano-iraní. Se trata de la Planta de Fabricación y Ensamblaje de Tractores e Implementos Agrícolas Bolívar manejada conjuntamente por Irán Tractor Manufacturing y la oficial Corporación de Guayana.”
Lo que llevo a recordar:
“Alex del Nogal, un acaudalado empresario de ese país condenado por la explosión de bombas en 1993 en Caracas que tenían como objetivo desestabilizar el mercado bursátil”
Siendo inevitable evocar a “Alex y Ramiro, donde estalló la camioneta por la explosión que conducía Danilo…………”
Y no pasa nada…………………